ha tenido que empezar a llover para que dentro de mí amainara la tormenta. tus ojos me gritaban a lo lejos para que corriera a refugiarme, pero los truenos ahogaban el sonido de tu voz.
nunca fui de las que se esconden bajo la cornisa o corren para que la lluvia no les cale.
a mí siempre me gustó pisar charcos.