las matemáticas no son exactas.
donde tú ves 2 + 2 = 4 para mí significa que naranja y naranja hacen azul, y eso no existe en tu mundo de exactitud. quizá te resulte curioso, raro, extraño, desconcertante. puede incluso que lo rechaces frontalmente, o quizá te fascine hasta unos límites que ni tú mismo conocías. nunca se sabe dónde está el horizonte, ya que a cada paso se aleja con el sol a perecer en la oscuridad de la noche. es incalcanzable, y se hace invisible a los ojos para dar paso a las estrellas que danzan sobre nuestras cabezas en un fondo de terciopelo azuloscurocasinegro -si hay luna- totalmente oscuro -si es que no-.
y es que las matemáticas existen para construir puentes, hacer volar aviones y calcular distancias. nunca un número podrá explicar lo que se siente al morder una manzana, el olor de la persona que quieres acercándose por detrás o su abrazo desesperado al bajar del tren...
...ni la espera. ¿cómo explicar la espera con una cifra? una cuenta atrás no bastará jamás para definir el anhelo, la impaciencia o la (des)esperanza. la eternidad...
los números no sirven para todo. no son cifras lo que se escribe en las cartas de amor, ni ecuaciones, ni sumas, ni restas.
no todo se puede calcular. no se llora en una escala de 1 a 10, ni se echa de menos en pulgadas.
es la piel la que decide, el cerebro puede intentar disuadirla pero al final son nuestras propias entrañas y sinsentidos los que manejan los hilos de nuestra vida. ¿o acaso pensabas que eras un ser racional? la razón no existe; es un invento que los cobardes utilizan como escudo para esconderse de aquello que les aterra.
la razón nunca entenderá ese sobresalto interior que sientes al notar una mano posarse sobre la tuya. jamás explicará cómo rejuvenecemos 10 años de repente al encontrar un juguete olvidado, ni cómo lo extrañábamos, sin ser siquiera conscientes de ello.
por eso no entiendes lo que ocurre. por eso te desconcierta. porque no puedes definirlo, ni medirlo ni razonarlo.
porque naranja y naranja finalmente sí hacen azul.
A veces el pensamiento es un idioma de signos sin sentido.
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