un fruto prohibido incrustado en la garganta del hombre,
ese cartílago prominente que se clava en la razón, acabando con ella al instante
el bocado de adán
una piedra afilada, cual isla solitaria, cual encina perdida
cual joroba
cual volcán
refugio de mis ojos furtivos
un péndulo hipnótico que sube y que baja, sube y baja
atrapando mi mirada con una red invisible
que me sube y baja al compás de su oscilar
el fruto del deseo
ese entremés que sirve como anticipo al festín del cuerpo
el primer bocado, puede que también el último
la tentación en tu piel
el opio
mi perdición
delación de la timidez, que se sobresalta a mi llegada
sube y baja
cuando te quedas sin palabras
cuando me miras
y ríes
y tragas saliva
río yo también
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