Quizá el
post de hoy no le interese a nadie, quizá sí… En esta ocasión voy a hacer algo
que no tiene nada que ver con la dinámica habitual de este blog aunque sí con
la de la vida de su autora, y de una manera tan fuerte que ha considerado
oportuno escribir este relato precisamente hoy.
Esta historia comienza
un 4 de mayo de 2002. Yo tenía 13 años. Serían las 10 de la mañana cuando, como
cada sábado, mi madre y yo nos disponíamos a tomar posiciones en el sofá para
ver los entrenamientos oficiales de lo que por aquel entonces eran 125cc, 250cc
y 500cc. La categoría pequeña –como ahora- era un hervidero de chavales recién
llegados deseando dar el máximo para crecer y evolucionar lo antes posible para
llegar al nivel de sus ídolos. El mío en aquella época era Manuel Poggiali,
piloto sanmarinense que el año anterior se había alzado con el título de 125cc
y al siguiente haría lo propio con el de 250cc.
Pues bien, lo
único que recuerdo de los entrenamientos de aquel día fue una pequeña
entrevista (¿reportaje? no alcanzo a tanto detalle) de un chico de mirada
desafiante que celebraba su decimoquinto cumpleaños debutando en el mundial al
tomar parte en la tanda de clasificación de aquella mañana. Debo reconocer que
en aquel momento no puse demasiada atención en quién era ese chaval, nunca me
ha gustado juzgar a los pilotos fuera de la pista.
Sin embargo,
un par de carreras más tarde (puede que fuera Mugello, Montmeló o incluso Assen)
llegaría el momento que marcaría un antes y un después en mi afición
motociclista. Durante la carrera de 125cc las cámaras se entretuvieron
ligeramente en un grupo perseguidor en el que había unos 5 pilotos: uno de
ellos con moto verde y casco de Chupa-Chups. No sabía su nombre pero cada vez
que aparecía en imagen me quedaba embobada extasiada mirando su forma de
coger las curvas. Lo bien que entraba, la trazada tan diferente que seguía y lo
rápido que salía de ellas para enderezar la moto y tomar el siguiente giro con
ventaja. Recuerdo que conté los pilotos que iban delante para saber en qué
posición rodaba y poder buscarle en la clasificación: LOR. ¿LOR? ¿Qué apellido
sería? Tuve que esperar a que Don Valentín Requena, en una de esas fugaces
imágenes dijera “y recordemos que tenemos también a Jorge Lorenzo, el chico que
debutó en Jerez con tan sólo 15 años y que está rodando realmente rápido”.
Así que eras
aquel chico de mirada desafiante… y te llamabas Jorge. Aunque por aquel
entonces todo el mundo te conocía como Giorgo.
Inmediatamente después de la carrera me conecté a internet con mi módem del
pleistoceno para averiguar de dónde había salido tanto talento y me encontré
con una página web bastante humilde con un gorila como mascota y varias fotos
de un Lorenzo niño. Esas crestas, esa mirada…
También encontré (aunque esto
creo que fue algo posterior) un pequeño foro en el que Giorgio podría responder
preguntas o escribir algunas impresiones de vez en cuando. Por el momento
permanecía vacío. A las semanas –o meses, no recuerdo- y tras ver un piloto
brillante carrera tras carrera me decidí a escribir algo en ese foro con la
intención de animar a aquel chico que empezaba y que tantas ganas tenía de
superarse. Para mi sorpresa, obtuve no una sino dos respuestas: una de Chicho y
una de Giorgio. Lo que escribí es un
misterio (han pasado 11 años) lo que me respondieron, también. Pero lo cierto
es que para mí significó la creación de un vínculo que se ha mantenido
imperturbable a lo largo del tiempo y que me atrevería a decir que ha crecido un poco cada temporada.
Más tarde haría buena amistad con Palau y otra gente del foro con la que a día
de hoy sigo manteniendo relación y disfrutando de las motos, sea desde casa o
en el circuito. Muchos de nosotros, aún con las banderas de entonces.
Con tu
victoria en Río al año siguiente (2003) le mostraste al mundo el talento que unos
pocos ya conocíamos, la técnica y el coraje que pueden hacer que una Derbi
verde con el número 48 se plante volando en lo más alto del cajón. Y siempre
con tu Chupa-Chups en la boca. Recuerdo aquel por fuera (min 2:15) a Stoner y Pedrosa como si lo estuviera viendo hoy mismo, de pie en el salón casi sin respirar y gritando como si eso sirviera de algo. Ahí
se creó la leyenda.
Tras aquella
victoria y a medida que empezaban a sucederse los buenos resultados el número de
seguidores (aún no había un “fenómeno fan”) crecía considerablemente. Los que
habíamos tenido la oportunidad de conocerte un poco más a través de aquel foro supimos
enseguida la magnitud que tu figura adquiriría en un par de años. Y así fue. Subiste
a 250cc y le plantaste cara al mismísimo Dani Pedrosa convirtiéndote automática
e injustamente en el “malo” de la película. Aquellos años en la categoría intermedia supusieron el estallido de todo aquello por lo que habías trabajado durante tanto tiempo y así lo reflejan los dos campeonatos que te llevaste. Por aquel entonces ya se veía alguna camiseta con el 48 o el por fuera, pero los lorenzistas seguíamos siendo los "raritos" de la afición.
Y luego llegó MotoGP. Todo el mundo esperaba un buen año de debut, pero al verte coger la moto por primera vez supe que aquello sería mucho más grande de lo que imaginábamos. Llegabas al box con un piloto como Valentino Rossi, lo que en teoría te ofrecía una gran oportunidad para aprender, pero Il Dottore no te lo puso nada fácil. Una vez más, tocó luchar. Estos años en Yamaha han servido para confirmar la existencia de un gran talento y para descubrir una constancia extraordinaria y una enorme capacidad para el trabajo duro. Decidiste correr con el 99, el único número de la parrilla que no tiene otro por encima. Inevitablemente llegaron las victorias y pronto te convertiste en el primer piloto español en conquistar un campeonato de la nueva categoría de MotoGP. Luego llegaría el segundo. Los fans y los detractores. A pesar de los años, son muchos los que insisten en que "el Lorenzo ese es un imbécil y un chulo" y nunca han visto una carrera de motos; en que "me cae mal" pero no sabrían decir por qué motivo porque nunca se han preocupado por escucharte hablar. ¡Qué miedo dan a veces la personalidad y la inteligencia!
Este año está siendo muy difícil. Lo sé... porque lo sufro yo también. Desde luego que no es lo mismo ni se puede comparar a lo que se siente sobre la moto pero espero que seáis conscientes de que los que hemos crecido junto a vosotros os consideramos como si fuerais de la familia y vinierais cada domingo a comer. Mi madre vive cada carrera igual o más que yo, y grita mientras mi padre lleva su sufrimiento particular en silencio intentando calmarla. Reímos con vosotros cuando las cosas os van bien, pero también lloramos y sufrimos y nos enfadamos cuando hay problemas o lesiones. Te aseguro que cada clavícula rota, golpe o abrasión duelen profundamente. Y este año no está siendo nada fácil en ese sentido. Por eso he decidido escribir esto justo ahora, porque tras unas últimas carreras muy complicadas (desde Montmeló, donde te vi vencer por segundo año consecutivo) llegó Silverston. Y sufrimos. ¡Vaya si sufrimos! Pero fue en esas 3 últimas vueltas y sobre todo en el adelantamiento final que recordé a aquel niño de mirada desafiante que me marcó con tan solo 13 años y que hoy con 24 sigue haciéndome levantar del sofá en cada giro. Porque lo de ayer, querido Giorgio, no fue un simple adelantamiento de final de carrera. Lo de ayer fue un puñetazo sobre la mesa, una reivindicación. La gloria...
No había sitio y aún así metiste la moto. No había más opción, era entonces o nunca. Y fue entonces. Ver tu sonrisa y la de Juanito Llansà -juntas también a través de los años- fue algo indescriptible. Tienes mucha suerte de contar con tanta gente que te adora... y ellos también son muy afortunados de tenerte a ti.
Nunca he sido una "fan" propiamente dicha. No soy el tipo de persona que pide autógrafos o se hace fotos, sigo sin verle la utilidad a un trozo de papel pintado. Y no por ello dejo de estar ahí en la sombra desde hace 11 años, ni de aguantar la respiración en las frenadas, ni de disfrutar en el paddock de Montmeló viéndoos trabajar en silencio, ni de emocionarme como lo hice ayer. Por eso quería darte la enhorabuena (a ti y a todo el equipo) pero sobre todo quería darte las gracias. Gracias por todos estos años y por los que "nos" quedan.
Hoy he vuelto a verte con cresta.
Porque, efectivamente, eras aquel chico de mirada desafiante… y te llamabas Jorge.
Jorge Lorenzo Guerrero