Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y
yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
Antonio Machado
existen muchos tipos de niebla.
la que en invierno difumina las siluetas de la ciudad, la que repta entre los troncos de los árboles –que podrían parecer iguales, pero eso supondría comparar hormigón y musgo– la que aparece en los faros de los coches y se vuelve oscuridad a su paso...
además, aparte del fenómeno meteorológico que nos es externo e incontrolable, existen otras nieblas que nos afectan asiduamente y que la mayoría de las veces tampoco podemos dominar
la niebla narcótica, que nos embriaga y emborrona los límites de la razón
la niebla salada, que empaña los ojos
la niebla acústica, cuando no eres parte de una fiesta y oyes la música desde lejos
o la niebla de pericardio, que envuelve el corazón
y puede aparecer junto a cualquiera de las anteriores
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