silencio apabullante. quincuagésimo tercer acto del esperpento de nuestra vida. patio... casi lleno. bien. palcos vacíos (salvo por un par de sonrisas habituales) gallinero... demasiado lejos como para saberlo.
el foco cegador inunda nuestras caras con la ilusión del que estrena una comedia, aunque sea trágica y lleve más de tres años en cartel.
los pies, negros de tanto caminar, siguen estremeciéndose al tacto de unas tablas nuevas que crujen bajo el peso de todo este tiempo, y encogen los dedos como unos neonatos tras su primer baño.
el texto, que después de tanto parecía olvidado, fluye repentinamente como una cascada de cielo rosa. como un aluvión imprevisto de caos que ordena ante nuestros ojos el vacío latente.
en el fondo siempre estuvo ahí.
quincuagésimo cuarto acto.
no estamos para telones en la tragedia de la inexistencia compartida. usaremos las estrellas como focos cegadores que doten de tintes brillantes el manto de la incertidumbre, tejiendo una sinfonía de rojos y negros que aúllen sin piedad a la oscuridad de la noche. "telón de cielo"
la eternidad de los aplausos sirven de camuflaje a las lágrimas de la protagonista, que un día fue dichosa y que ahora extraña apenada su dicha. saluda de nuevo, confiando en que la reverencia oculte su rostro compungido.
no hay segunda reverencia, ni ramo de flores, ni gritos y vítores. no hay champán entre bastidores, ni gracias, ni nones. no hay más fechas en cartel.
comienza en quincuagésimo sexto acto, nos saltamos el cincuenta y cinco porque tanta perfección no cabe en mi obra.
sólo tus ojos.
sólo buenos actores.
no hay telón,
sino oscuro final
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gracias, jesús
sino oscuro final
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gracias, jesús
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