¡ay del que se enamora en un vagón de metro!
divisa al amor de su vida a través de los cristales de ambos trenes que se cruzan
si tiene suerte es correspondido por una mirada furtiva de devoción eterna y se siente dichoso, vivo de nuevo
piensa en un posible beso, un futuro otoño con ¿jordi, se llamará? ¿o quizás adrián? no importa, se ha asomado a su alma para no salir nunca más
pero ¡qué fugaz resulta su flechazo!
en ese preciso momento en que el tren avanza y se pierde su reflejo
-por mucho que corra hasta la cola del gusano metálico para respirar un último vistazo de su aliento-
sabe que le habrá perdido para siempre
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