oigo mi propio latir, que hace tiempo dejó de seguir al reloj y su compás
tic, tac
olvidó su ritmo para caer como una batería de cocina sobre el suelo de chapa
como una esponja lanzada con fuerza desde una torre
todo y nada
suena, decía, como un violín arañado por las uñas mordidas
como una tormenta solar,
espectacular y abrasiva
envolvente y cegadora
ocho de abril
y esperando resurrección
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