soy buena filóloga.
durante la carrera había días en que me escocían los ojos de no parpadear por miedo a perderme algo. me apasiona la literatura, la amo sobre todas las cosas. tampoco ando mal en lingüística, aunque al final siempre acabo utilizando esos conocimientos con fines literarios.
tiendo a relacionar conceptos a primera vista inconexos, aplicar citas de prácticamente todos los libros que he leído, devorar novelas y saborear poemas.
doy vida a personajes teatrales utilizando mi propia piel y les busco hasta la última traza de sentimiento para llenar páginas de gestos efímeros.
leo entre líneas.
podría prescindir de cualquier cosa en esta vida menos de los libros, de las palabras, del lenguaje... me paso días haciendo sonar en mi cabeza vocablos curiosos, eufónicos o terribles, rimas asonantes o versos sueltos. no sé vivir de otra manera.
soy buena filóloga.
"el lenguaje es pensamiento y el pensamiento libertad" me repito cada día que pasa, consciente de que en él están las armas que necesitamos para echar a volar.
sé moldearlo con mimo para que cumpla unos determinados fines pragmáticos, y también violarlo y descomponerlo y destrozarlo y maltratarlo para que satisfaga de una manera casi orgásmica mis propios fines estilísticos.
me enamoré perdidamente de holden caulfield, sir william me conmueve hasta el extremo, lloro a moco tendido con huidobro, whitman o valle-inclán.
me inclino ante joyce.
espero junto a vladimir y estragón a que alex delarge vuelva de sus aventuras nocturnas. leo la biblia para entender a la criatura de frankenstein y acompaño a azarías a dar de comer a la milana. desde que subí a berghof he perdido la noción del tiempo.
soy buena filóloga.
lo soy porque no sé leer sin rebuscar entre los interlineados y las pausas dramáticas, porque soy dada... y todo.
a medida que avanzaba mi carrera y reflexionaba sobre estos asuntos delante de un whisky con café, veía claramente que la traducción es el arte definitivo para una filologuita especializada en literatura. su mayor desafío y satisfacción, su némesis.
y soy buena traductora.
porque, entre otras cosas, soy buena filóloga.
prácticamente cualquiera puede traducir bien un manual de instrucciones, un contrato o el prospecto de las aspirinas. los únicos problemas que se presentarían son de vocabulario, pero ya existen diccionarios para eso.
en cambio, traducir literatura supone olvidarse de la equivalencia en el léxico, de la equivalencia sintáctica y de la equivalencia eternamente errónea traductor-máquina. supone bucear en la obra como si fueses el propio autor, entender cada palabra y cada intención en su contexto exacto. el la obra... y el del escritor. asimilar los distintos tiempos y ser consciente de que traducir literatura no consiste en cambiar un idioma por otro, sino en reescribir una obra mediante otra lengua, utilizando un sistema completamente distinto que debe modelarse para conseguir un resultado final sobrecogedor.
como quien hace jarrones de arcilla y los palpa y los moldea y los soba y siente su olor penetrante. así hay que tratar los textos. hay que acostarse con ellos, acariciarlos y dejar que te besen al ritmo de su música.
soy buena traductora.
si has leído mucho en tu vida te resulta relativamente sencillo identificar los errores comunes en las traducciones que tienes a mano: refranes calcados, literalidad, inconsistencia en la traducción de idiolectos... y eso es lo que intentas evitar a toda costa cuando llega tu turno. traducir literatura supone recrear en tu mundo el mundo de otro, mantenerlo a la vez que intentas hacerlo funcionar en su nueva ubicación. volver a darle vida.
porque amo el lenguaje sobre todas las cosas.
porque cada frase puede grabarse para siempre en la mente del lector.
por tanto, y sirviendo (espero) de precedente:
reivindico una manera de ganarme la vida
un trabajo
un empleo
un lugar que me necesite
porque estoy cansada de esperar a que la gente se dé cuenta
ya me lo digo yo:
soy buena filóloga
y soy buena traductora.
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