ESTRAGON: Let's go.
VLADIMIR: We can't.
ESTRAGON: Why not?
VLADIMIR: We're waiting for Godot.

Samuel Beckett
Waiting for Godot

lunes, 27 de mayo de 2013

última fila


me encuentro en la última fila de un avión con destino a lisboa, escribiendo en una servilleta de ¿papel? que he tomado prestada de uno de los plástico-restaurantes del aeropuerto de el prat.
hay una idea que ronda por mi cabeza desde hace tiempo, y la mirada perdida y en "piloto automático" de los viajeros no ha hecho sino confirmar mis sospechas.

¿no os dais cuenta? ahora viajamos a la troposfera y nos parece lo más normal del mundo. ni siquiera somos conscientes de que vamos en un trasto de aluminio de 100.000kg que vuela por el aire, como vuelan los halcones, como vuelan las libélulas, como vuela la imaginación en una tarde de viernes. de pequeños mirábamos extasiados cómo un papel con cuatro dobleces planeaba torpemente, y ahora ni nos inmutamos al subir a un monstruo de aluminio que se eleva como una cometa al viento.
hablamos (¡y nos vemos!) con alguien que está en la otra punta del mundo con un aparato del tamaño de una caja de cerillas; sin cables, sin límites. y aún con eso, nos enfadamos cuando falla la conexión medio segundo o la calidad de la llamada no es excelente. arrogantes...
no nos fascinan los viajes a la luna ni las ondas de radio, no nos maravilla conducir un aparato a 200km/h cuando antes empleábamos caballos y varios días de trayecto. qué rápido hemos abandonado las brújulas y las estrellas en favor del gps... y parece como si siempre hubiéramos funcionado así.
no tememos al dolor, pues llevamos en el bolso unos botones mágicos que nos lo curan desde dentro, y que pueden incluso hacernos esquivar la muerte.

el ser humano, ante sus numerosos logros, está perdiendo la capacidad de sorprenderse.

y ahora si me disculpan, voy a disfrutar del milagro del despegue desde mi asiento de última fila.

[vista de pájaro]




sábado, 25 de mayo de 2013

soy buena filóloga


soy buena filóloga.
durante la carrera había días en que me escocían los ojos de no parpadear por miedo a perderme algo. me apasiona la literatura, la amo sobre todas las cosas. tampoco ando mal en lingüística, aunque al final siempre acabo utilizando esos conocimientos con fines literarios.
tiendo a relacionar conceptos a primera vista inconexos, aplicar citas de prácticamente todos los libros que he leído, devorar novelas y saborear poemas.
doy vida a personajes teatrales utilizando mi propia piel y les busco hasta la última traza de sentimiento para llenar páginas de gestos efímeros.
leo entre líneas.
podría prescindir de cualquier cosa en esta vida menos de los libros, de las palabras, del lenguaje... me paso días haciendo sonar en mi cabeza vocablos curiosos, eufónicos o terribles, rimas asonantes o versos sueltos. no sé vivir de otra manera.

soy buena filóloga.
"el lenguaje es pensamiento y el pensamiento libertad" me repito cada día que pasa, consciente de que en él están las armas que necesitamos para echar a volar.
sé moldearlo con mimo para que cumpla unos determinados fines pragmáticos, y también violarlo y descomponerlo y destrozarlo y maltratarlo para que satisfaga de una manera casi orgásmica mis propios fines estilísticos.
me enamoré perdidamente de holden caulfield, sir william me conmueve hasta el extremo, lloro a moco tendido con huidobro, whitman o valle-inclán.
me inclino ante joyce.
espero junto a vladimir y estragón a que alex delarge vuelva de sus aventuras nocturnas. leo la biblia para entender a la criatura de frankenstein y acompaño a azarías a dar de comer a la milana. desde que subí a berghof he perdido la noción del tiempo.

soy buena filóloga.
lo soy porque no sé leer sin rebuscar entre los interlineados y las pausas dramáticas, porque soy dada... y todo.

a medida que avanzaba mi carrera y reflexionaba sobre estos asuntos delante de un whisky con café, veía claramente que la traducción es el arte definitivo para una filologuita especializada en literatura. su mayor desafío y satisfacción, su némesis.

y soy buena traductora.
porque, entre otras cosas, soy buena filóloga.

prácticamente cualquiera puede traducir bien un manual de instrucciones, un contrato o el prospecto de las aspirinas. los únicos problemas que se presentarían son de vocabulario, pero ya existen diccionarios para eso.
en cambio, traducir literatura supone olvidarse de la equivalencia en el léxico, de la equivalencia sintáctica y de la equivalencia eternamente errónea traductor-máquina. supone bucear en la obra como si fueses el propio autor, entender cada palabra y cada intención en su contexto exacto. el la obra... y el del escritor. asimilar los distintos tiempos y ser consciente de que traducir literatura no consiste en cambiar un idioma por otro, sino en reescribir una obra mediante otra lengua, utilizando un sistema completamente distinto que debe modelarse para conseguir un resultado final sobrecogedor.
como quien hace jarrones de arcilla y los palpa y los moldea y los soba y siente su olor penetrante. así hay que tratar los textos. hay que acostarse con ellos, acariciarlos y dejar que te besen al ritmo de su música.

soy buena traductora.
si has leído mucho en tu vida te resulta relativamente sencillo identificar los errores comunes en las traducciones que tienes a mano: refranes calcados, literalidad, inconsistencia en la traducción de idiolectos... y eso es lo que intentas evitar a toda costa cuando llega tu turno. traducir literatura supone recrear en tu mundo el mundo de otro, mantenerlo a la vez que intentas hacerlo funcionar en su nueva ubicación. volver a darle vida.

porque amo el lenguaje sobre todas las cosas.
porque cada frase puede grabarse para siempre en la mente del lector.

por tanto, y sirviendo (espero) de precedente:
reivindico una manera de ganarme la vida
un trabajo
un empleo
un lugar que me necesite
porque estoy cansada de esperar a que la gente se dé cuenta
ya me lo digo yo:

soy buena filóloga
y soy buena traductora.

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martes, 14 de mayo de 2013

sobre la relatividad del tiempo: literatura y tiempo en escena



el tiempo. eso que tan medido tenemos, que tan claro y exacto nos parece, que encerramos en relojes de arena y esferas de cristal es uno de los aspectos más relativos que podemos experimentar en esta vida.
últimamente es un tema que me obsesiona. quizá sea por la reciente lectura de la montaña mágica la obra maestra de thomas mann que me ha impactado enormemente tanto por las amplias reflexiones que ofrece sobre este tema como por el tiempo  presentado a través de las sensaciones de hans castorp en el sanatorio. para él, antes de su ascenso a berghof el tiempo transcurría como suele ser normal "en el mundo de allá abajo", pero al poner un pie en el sanatorio comienza la "aclimatación", qué básicamente consiste en olvidar el paso de los días y abandonarse a una rutina estricta e inamovible. los médicos actúan como agentes que prorrogan a su antojo la estancia de los internos, de modo que ninguno cree encontrarse lo suficientemente preparado para volver "allá abajo" y prefiere continuar con su tratamiento durante tres o seis meses más. (y otros seis, y otros seis...). la única referencia temporal para ellos sería la llegada de las estaciones, que les permite situarse en el año en un transcurrir de los días monótono y sedentario, basado en sus curas de reposo y el horario de comidas hasta una curación que nunca llega.
nada más, sin relojes ni calendarios. sin minutos ni semanas.
sin tiempo.
"pues también hacía tiempo que hans castorp no llevaba reloj. ya no le funcionaba: un día se le había caído de la mesilla de noche, se había parado y él no se había molestado en arreglarlo.... por los mismos motivos por los cuales también había decidido prescindir de los calendarios (...) en aras de la libertad, del paseo por la playa, de la eternidad congelada, de aquella magia hermética a la que el joven, perdido para el mundo, se había mostrado susceptible".

por otra parte, tras la lectura de cinco horas con mario, he podido apreciar una medición del tiempo mucho más concreta y trepidante a través del monólogo-reprimenda de carmen hacia el cadáver de su marido mario (que en la gloria descanse al fin sin tener que aguantar a semejante petarda). se trata de una sucesión repetitiva y martilleante de palabras que no cesan hasta que su hijo entra en la habitación y la interrumpe.
entonces, el tiempo cambia. parece como si se detuviera por un momento para devolvernos a la realidad tras una pesadilla o una siesta demasiado larga. cinco horas… y un suspiro.

en otro sentido, y saltando hasta el ámbito teatral, vemos que no es tan fácil determinar el tiempo. al menos no tanto como en una novela… en teatro existen multitud de tiempos diferentes: el tiempo de lectura de una obra, esa misma obra siendo representada, el tiempo percibido por el público durante el espectáculo, el tiempo fuera del recinto e incluso el tiempo en escena. sobre la relatividad del tiempo en la vida diaria ya escribí algo recientemente, pero ese transcurrir al fin y al cabo nos es familiar a todos. quizá el tiempo en escena sea el más desconocido para el mundo externo al teatro, para la gente que vive sin subirse a unas tablas y desconoce por tanto la profesión.

el tiempo en escena no entiende de relojes ni péndulos. entiende de entradas y salidas, de respiraciones agitadas y réplicas tardías. el tiempo en escena puede ser eterno, detenerse o no existir en absoluto... no se cuenta por segundos, sino por latidos o no-latidos.
por suspiros.
un actor que esté representando waiting for godot es capaz de sentir realmente la ansiedad y el fastidio de la espera, pero también puede estar disfrutando como nunca y percibir que todo pasa en un abrir y cerrar de ojos. ese mismo actor en esa misma representación ese mismo día puede experimentar una trampa temporal en un momento en que su compañero tarde demasiado en darle la réplica o durante el aparatoso sonido de un teléfono móvil en tercera fila o tras un traspiés. quizá pueda incluso sentir su corazón bombeando cual metrónomo al notar que un objeto que creía tener localizado no se encuentra en su lugar y que debe tirar de improvisación. y qué momentos más eternos... para el espectador no habrán sido más de 3 ó 4 segundos, pero para el actor pueden significar horas, o incluso envejecer un par de años. 
"VLADIMIR: Time has stopped".

al contrario, en un discurso de diez minutos (o de más de dos horas) puede encontrarse tan a gusto que el tiempo –su tiempo– pase volando, mientras aburre mortalmente al espectador que no piensa más que en la cena posterior a la representación.
el actor es una marioneta más del tiempo, a su dominio se expone e intenta manejar los hilos en la medida de lo posible en aras de una armonía que domine su actuación, sus sentimientos y su latido o no-latido.
puede que godot venga, después de todo. quizá no mañana, quizá no en el próximo suspiro. pero vendrá, y detendrá el tiempo.

"VLADIMIR: That passed the time.
ESTRAGON: It would have passed in any case.
VLADIMIR: Yes, but not so rapidly.
 Pause.
ESTRAGON: What do we do now?
VLADIMIR: I don't know.
ESTRAGON: Let's go.
VLADIMIR: We can't.
ESTRAGON: Why not?
VLADIMIR: We're waiting for Godot.
ESTRAGON: (despairingly). Ah!"



jueves, 9 de mayo de 2013

gente que te pierde

image: ElConde77
pic: ElConde77

    gente que te pierde
    y luego te busca
    pero ya no estás

    hace tiempo que dejaste de buscarte
    el polo sur ganó la partida
    y no hay nada
    ni nadie 
    que mueva la aguja

    clavada, como la mirada
    en el punto equivocado
    perdida
    como el rumbo de unos pasos
    que sabían
    dejar atrás las huellas

    y sin embargo
    volvieron a caminar

    en círculos
    como las ojeras en el rostro
    y tus labios sobre su piel

    palabras... hastío
    tic-tac
    zigzag




lunes, 6 de mayo de 2013

dormir solo

















de por qué dormir solo es un asco, con o sin acento.
si duermes solo, sólo duermes. o no duermes, pero solo.









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(dedicado a la rae, que hace poco suprimió ciertas tildes "innecesarias")