desde luego celebro todas las formas de amor y/o contacto físico pero algo se me ha roto en el alma al ver lo que utilizaban de reposaespalda (ella) y brazos (él). esos elementos tan comunes en la ciudad y a la vez tan invisibles, pasando inadvertidos para el ciudadano medio que sólo piensa en llegar a tiempo al trabajo. hay uno en cada calle, siempre cerca y sin embargo no los vemos. ¿para qué íbamos a molestarnos en coger papel y boli -¡lápiz! ¡pluma! gritarán otros-, si tenemos modos instantáneos de comunicarnos?
pues bien, todo esto pasaba por mi cabeza al ver a estos dos pipiolitos besándose como si no hubiera mañana sobre un querido buzón de correos. ¿alguna vez habrán enviado una carta? ¿una postal desde salou, siquiera? quizá sí, aunque la probabilidad no juega muy a su favor. ya nadie escribe cartas. se ha perdido esa costumbre maravillosa de elegir un papel adecuado dependiendo del destinatario (si es un niño, un folio con dibujos; ecologista, reciclado; amante... cualquiera que conserve el aroma del querido). se ha olvidado ese olor a tinta, la marca que queda en la mano al escribir muchas páginas, la caligrafía de tus padres... la fecha en la esquina superior derecha se desvanece, dejando paso a fríos dígitos en pantalla que se actualizan cada minuto.
quizá sea eso, lo atemporal de las cartas lo que las hace tan intensas; puede que el tiempo se detenga entre una y la siguiente. al fin y al cabo sólo hay dos fechas marcadas...el resto quizá no exista.
nadie conoce ya el sabor del pegamento del sobre, ni el del sello, que son diferentes pero producen la misma sensación: "ahora sí, ya está". y es en ese momento, en ese preciso momento en el que comienza la búsqueda del buzón. de camino, generalmente se reflexiona sobre una posible respuesta, el tiempo que tardará en llegar...se calcula una y otra vez esa dulce espera del que sabe que recibirá una carta de vuelta. o amarga, del que sabe que no.
se está perdiendo esa imagen del hombre sonriente que pasea con un sobre en la mano y la mirada a lo lejos buscando el destino provisional de sus palabras. suspira al pensar en la reacción del receptor, que seguramente hará transparentar las páginas con lágrimas saladas que extiendan la tinta por los márgenes.
qué curioso, hay unos chicos besándose sobre el buzón.
y él, esperanzado, interrumpe su momento de pasión para tratar de conquistar el suyo propio, que espera a muchos kilómetros de distancia en las manos que saquen el sobre de otro olvidado buzón.
nadie conoce ya el sabor del pegamento del sobre, ni el del sello, que son diferentes pero producen la misma sensación: "ahora sí, ya está". y es en ese momento, en ese preciso momento en el que comienza la búsqueda del buzón. de camino, generalmente se reflexiona sobre una posible respuesta, el tiempo que tardará en llegar...se calcula una y otra vez esa dulce espera del que sabe que recibirá una carta de vuelta. o amarga, del que sabe que no.
se está perdiendo esa imagen del hombre sonriente que pasea con un sobre en la mano y la mirada a lo lejos buscando el destino provisional de sus palabras. suspira al pensar en la reacción del receptor, que seguramente hará transparentar las páginas con lágrimas saladas que extiendan la tinta por los márgenes.
qué curioso, hay unos chicos besándose sobre el buzón.
y él, esperanzado, interrumpe su momento de pasión para tratar de conquistar el suyo propio, que espera a muchos kilómetros de distancia en las manos que saquen el sobre de otro olvidado buzón.
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