los jóvenes se sienten viejos; y los viejos, al tiempo que acarician melancólicos la última migaja de pan al zureo acompasado de las palomas, darían su vida pasada para volver a ser jóvenes
y sentirse viejos de nuevo
mientras tanto observamos distraídos cómo las botellas se vacían delante de nosotros como si no fuera con nuestro esófago. como si esperáramos que ese vidrio transparente de tennessee fuera a relatarnos con acento sureño lo que debemos hacer.
¡qué sé yo!
no tengo el hígado para desgracias
el día para sonrisas
ni el sol para estaciones
-sólo de tren-
y aunque un tiempo estuvieron llenas de esperanza
ahora me rompen el camino a cada paso del omnipresente "festina" de metal
los pañuelos más crueles son los de estación. la de las lluvias, concretamente...que al palpitar de un corazón que grita ahogado por la esperanza de los pulmones, humedece las páginas de aquello que pasó y no fue, pero todavía es aunque no pasa.
somos materia homogénea repartida en dos. somos uno solo, separado antes de existir por lo etéreo y caprichoso del ser.
al parecer, tanta intensidad no cabía en un solo cuerpo y tuvimos que ser dos.
unodós.
No pudimos ser, la tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Miguel Hernández
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