seguramente ella no sea consciente de la sensualidad de sus piernas, -ni de la insistencia de mi mirada- allí, sentada en ese andén solitario.
pero la celosía que ofrecen sus medias negras harían temblar el eje de la tierra, desestabilizarían hasta la balanza más justa...
su cruce inocente pero intencionado rompería vidrios, comenzando por la pupila de quien observa desde el andén contrario.
sus labios rojos detallan la intensidad de su noche, que termina ahora en esta estación, o quizá continúe en la siguiente.
las botas gastadas la conducirán a casa.
quizá no a la suya...
llega el tren
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